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martes

Petra (17 de octubre)

Al día siguiente, muy temprano, nos acercamos a la milenaria ciudad de Petra. Petra fue eculpida originalmente por los Navateos. Cuentan que los beduinos la invadieron. Habían oido hablar del "tesoro" de Petra. Y es que es así como se llama la primera fachada que nos encontramos tras atravesar el Sicc. Sin pensárselo dos veces, y al observar que nada había en las diminutas (fue mi gran decepción) estancias que descubrimos tras estas magníficas fachadas, se liaron a tiros con la bola que corona la cúspide para seguir con las esculturas.

Los beduinos actualmente viven en una barriada construida por el Gobierno en las proximidades. Ellos se encargan de la gestión del comercio interior del parque (puestos) y es común verles disfrazados "ambientando" distintos puntos a lo largo del recorrido. A pesar de que se observa a varias personas limpiando la zona, es habitual encontrar mucha (mucha) suciedad en todo el parque. Tapones de plástico, botes de bebidas, botellas vacía de agua caracterizan todo el camino.


Cualquier descripción sobre Petra sobra. Podría utilizar el más amplio vocabulario y nunca llegaría a aproximarme en su descripción, por lo que la omitiré.

A media tarde llegamos a final del recorrido. Se puede apreciar la última fachada conocida como “el Monasterio” y, un poco más allá, la zona de los miradores.

Optamos por detenernos en el mirador del “la Piedra del Sacrificio”, una losa, con surcos labrados a su alrededor, con el fin de, supuestamente, recoger la sangre de los “sacrificados”. En ese mirador encontramos a Mussa (Moisés) el beduino encargado del puesto de venta que amablemente nos invita a tomar un té. Nos quedamos un buen rato disfrutando de su compañía. Charlamos y nos cuenta aspectos de sus costumbres. También nos dice que los turistas que le visitan en grupo sólo se dedican a hacer fotografías. A él le gustan los que lo hacen de manera individual ya que son estos quienes paran, le dan conversación y hacen algunas compras. Tras varias tazas de té y con la satisfacción de haber conocido algo más de estas gentes decidimos volver.

Fue al salir del parque cuando Isabel nos dice que ha conocido a un par de beduinos y que le han invitado (nos han invitado) a asistir a una barbacoa beduina en la zona del poblado. No podemos renunciar a integrarnos un poco más entre estas gentes. Es en este momento cuando comienzo a sentirme mal. Un fuerte dolor de cabeza (posiblemente el mal del viajero) parece que va a dar al traste con la noche. Tras mucho “pelear” finalmente consigo un ibuprofeno (NOTA: importantísimo llevarse un mini botiquín con medicinas básicas) que me permitiría unirme al festín. Eso si. Esa noche estuve más tiempo en el aseo que en mi cama...

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